José regresó luego de 16 años a su país natal porque se enamoró de una lojana. Dejó toda su vida escandinava, empacó maletas y regresó. Ahora él acomoda la historia y dice que también vino por su familia y yo le sigo la corriente (Aquí entre nos, su madre antes de partir me lo dijo. No le crea nada Carito. Usted siempre fue la razón. Le guiñé el ojo y sonreí porque ya lo sabía) Como les decía, él regresó completamente enamorado, pero el amor no alcanza. Los ahorros se escurrían y el entusiasmo se empezaba a desvanecer. Recibió negativas a los trabajos que él acostumbraba a ejercer en su segundo país, pero que aquí no podían ser. Sentados en el parque central y con pocos ánimos veíamos la gente pasar. En eso, me cuenta que vio un tutorial. -¡Ya sé! Quiero armar canastas, pintarlas, llenarlas de frutas y venderlas. Ayúdame a venderlas. ¡Sí! en las oficinas, a tus amigas, ¿qué dices? ¿Y qué podría decir yo? Estaba tremendamente enamorada de ese hombre que no hablaba bien español. Qué más habría de decirle, si me había ido contra todo al elegirlo. Le dije bueno, dale, yo te apoyo. ¡Cuenta conmigo! Y lo dije en serio. A la vez, sentía nostalgia porque lo más probable era que nos dijéramos adiós. Porque de amor no se vive y de canastas con frutas tampoco, pensé yo. Así empezó esta montaña rusa. Con canastas hechas por nuestras manos de papel reciclado y llenas de frutas frescas, pinturas y pinceles por todo mi cuarto. Las frutas se convirtieron pronto en flores y ahora estamos acá. Han pasado siete años. Somos José y Caro, ahora padres de Alma y a continuación te presentamos algunas de las piezas que hemos elegido para ti para esta temporada. Un pedacito de nuestro universo floral.